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Hoy he subido un punto como secretaria. Conseguí pintarme las uñas en el horario laboral con bastante soltura, como si lo hiciese en cualquier intervalo breve de mi vida cotidiana: Esperando a que salga el café, esperando el tren, esperando a que un novio se venga también a la cama, esperando un ligero atisbo de significado de la existencia, esperando a que un invitado salga del baño. Me las pinté para saber hasta donde soy.  Sigo igual que antes, pero mi compañera de trabajo me ha dicho: muy bien, y mañana los labios.

Una secretaria, dos chicas, tres tigres

Entro a las 10. Tengo que poner música. Para ser más fina cruzo las piernas, pero luego pienso que me van a salir varices y las descruzo. Pienso en cómo son las secretarias. Escribo muy recta. Pienso que me viene muy bien tener gafas, son la mitad del trabajo. Mi jefe me recomienda una música de ambiente apropiada porque dice que yo la pongo con muchos altibajos. Nunca podré acostumbrarme a los violines sintéticos de fondo. Siempre tengo hambre.  He aprendido a hacer que trabajo el doble en un tiempo extendido al cuadrado. Las cosas pasan pesadas porque no pesan nada.  Pienso mucho en Pessoa y en toda esa gente lista que tuvo trabajos de mierda, son como héroes que nadie quiere ser. Ser secretaria no es fácil. Tienes que ser muy plana por fuera estando llena de conceptos y no dejar que se te caigan por los bordes. Hay que aprender un montón de cosas de chicas muy abstractas (las cosas, no las chicas), como hablar sobre si hay colores ocultos dentro del color principal...