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Hoy he subido un punto como secretaria.
Conseguí pintarme las uñas en el horario laboral con bastante soltura, como si lo hiciese en cualquier intervalo breve de mi vida cotidiana: Esperando a que salga el café, esperando el tren, esperando a que un novio se venga también a la cama, esperando un ligero atisbo de significado de la existencia, esperando a que un invitado salga del baño.
Me las pinté para saber hasta donde soy. 
Sigo igual que antes, pero mi compañera de trabajo me ha dicho: muy bien, y mañana los labios.

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