Una secretaria, dos chicas, tres tigres

Entro a las 10. Tengo que poner música.
Para ser más fina cruzo las piernas, pero luego pienso que me van a salir varices y las descruzo. Pienso en cómo son las secretarias. Escribo muy recta. Pienso que me viene muy bien tener gafas, son la mitad del trabajo.
Mi jefe me recomienda una música de ambiente apropiada porque dice que yo la pongo con muchos altibajos. Nunca podré acostumbrarme a los violines sintéticos de fondo.
Siempre tengo hambre. 
He aprendido a hacer que trabajo el doble en un tiempo extendido al cuadrado.
Las cosas pasan pesadas porque no pesan nada. 
Pienso mucho en Pessoa y en toda esa gente lista que tuvo trabajos de mierda, son como héroes que nadie quiere ser.

Ser secretaria no es fácil.
Tienes que ser muy plana por fuera estando llena de conceptos y no dejar que se te caigan por los bordes. Hay que aprender un montón de cosas de chicas muy abstractas (las cosas, no las chicas), como hablar sobre si hay colores ocultos dentro del color principal de una laca de uñas, cuándo es el momento apropiado para comprar algo exótico en las rebajas, cómo es el carácter de la gente de un sitio o de otro con gente que no ha viajado, ampollas en los pies, matrimonios fracasados aunque no estés casada, y un sinfín de dudas que no resuelven nada pero ocupan un espacio. El cansancio y/+/o el tiempo ocupan gran parte de las conversaciones de inicio de la jornada, como si llevásemos encima y arrastrando un poco mantas invisibles y a los padres que te tapaban en la espalda. Ellos no querrían que no tuvieses un sueldo, yo tampoco.

Comentarios

Entradas populares de este blog

+1